
Una vez quise escribir el Necronomicón con el alfabeto de mi propio cuerpo, mis palabras y mis pasos. Las veces que me senté a escribir, sin embargo, algo sucedió. Un obstáculo negro cegaba mi escritura real. Existe una ley infranqueable que impide que la vida tal cual es sea anotada en un libro o un cuaderno. Por ello uno debe confiar -ciegamente- en el ángel secretario que anota nuestros pensamientos en código morse y los transmite telegráficamente al libro genético de nuestros hijos. Por ello, tal vez, somos mortales, y jamás cesará esa ansiedad de tener ALGO más que decir o NADA más que decir, aunque tantas palabras se hayan derramado en los cántaros de todos los idiomas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario