miércoles, 18 de abril de 2007

La sonrisa de Maquiavelo


Cuando Alice Vannoy y yo acudíamos a las Lecturas Dantis que imparte Virgil a los "divinos", a menudo el maestro aprovechaba el comentario de pasajes de la Divina Comedia para recomendarnos algún libro, que ipsofácticamente se ofrecía a prestar. Virgil presta sus libros preferidos (de su propia biblioteca) con una facilidad de vértigo, incluso a sabiendas de que tal vez jamás regresen a sus manos. Es algo admirable.
Hace apenas unas semanas, recuperé de la casa de Vannoy el último libro que le dejó Virgil, La sonrisa de Maquiavelo, de Maurizio Vitoli. Antes de devolvérselo a Virgil, he pensado que sería interesante leérmelo yo también. El inicio del primer capítulo, llamado "La máscara y el rostro", es fascinante:
"Cuentan que antes de morir, el 21 de junio de 1527, Maquiavelo relató a los amigos que lo acompañaron hasta el último instante un sueño que había tenido y que a lo largo de los siglos se hizo famoso como el sueño de Maquiavelo.
Dijo haber visto en sueños a una multitud de hombres, mal vestidos, de aspecto mísero y que daban muestras de sufrimiento. Les preguntó quiénes eran, y ellos le contestaron: "Somos los santos y beatos, vamos camino del paraíso". Vio después a una muchedumbre de hombres de aspecto noble y grave, ataviados con ropajes solemnes y que solemnemente debatían importantes problemas políticos. Entre estos reconoció a los grandes filósofos e historiadores de la Antigüedad, que habían escrito obras fundamentales sobre la política y los estados: entre ellos a Platón, Plutarco y Tácito. También les preguntó quiénes eran y hacia dónde se dirigían. "Somos los condenados del infierno", le contestaron. Concluido el relato, explicó a sus amigos que prefería, con mucho, ir al infierno para conversar sobre política con los grandes hombres de la Antigüedad, antes que ir al paraíso y morirse de tedio con los santos y beatos."
(Barcelona: Tusquets, 2002, p. 15)
Sigo leyendo y comprendo por qué este libro fue tan increíble para la propietaria del bar más carismático de la ficción (territorio real, por otra parte).

1 comentario:

Josefa dijo...

y permiso para robarla...