domingo, 22 de abril de 2007

Humor melancholicus


Aquella pena negra que tenía ayer atravesada en el pecho, ahora lo sé, era melancolía. Tengo en la boca el sabor de aquella vieja enfermedad. Sí, la conozco. Es balsámica y me paraliza las piernas. Me recluye durante horas ante los libros y me tiende bajo las copas de los árboles. Me hace amar el silencio y rehuir a la civilización. Me envuelve en su regazo tibio y narcotizante. Las lágrimas calientes ruedan solas. Nadie puede detenerlas. Todo es acuoso y las voces -incluso la tuya- resultan ahora lejanas, a kilómetros.

Melancolía por sentir ajeno a lo antes próximo. Melancolía por desconocer lo conocido. Por la autotraición. Por el imbecivilizamiento.

Leo a Agrippa. Él me intenta esperanzar:

"Cuando se enciende y brilla, el humor melancholicus genera un frenesí (furor) que nos lleva a la sabiduría y a la revelación, especialmente cuando se combina con la influencia celeste, sobre todo la de Saturno... Por eso dice Aristóteles en los Problemata que gracias a la melancolía algunos hombres se han convertido en seres divinos que predicen el futuro como Sibilas...mientras que otros se han convertido en poetas...y más adelante dice que todos los hombres distinguidos en cualquier rama del saber en general han sido melancólicos.
Además, este humor melancholicus tiene tal potencia que dice que atrae a nuestro cuerpo a ciertos demonios, por cuya presencia y actividad los hombres caen en éxtasis y revelan muchas cosas maravillosas..."

1 comentario:

Josefa dijo...

permiso para linkiarla...