Existía un lugar donde nada me tocase, ni siquiera la tierra.
Quise traicionar y arrepentirme ante la inmensidad del océano,
y a la vez ganar un dinero sucio, propio de mi baja condición. Pensé
a costa de una libertad de náufrago. Me corté los cabellos perversos,
puse esparadrapo en mis pechos, vestí los pantalones anchos y hombrunos,
puse un grácil gorro de lana en mi cabeza, calcé las botas militares,
estudié la consistencia del fango y quise eludir por una eternidad
el pendulear ingrato de mis caderas malnacidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario