martes, 19 de junio de 2007

Sesión imaginaria con Freud


Libera el seso de la razón unisexual, porque las almas ayunan hoy mosquitos y la mermelada asciende entre el metal de las flautas que hoy penetran a todas las vírgenes sensibles al arte. Si me lo permites, dormiré un rato para escuchar cómo suenan las erres de un español recién hablado, casi estrenado, sin plástico o perfectamente empaquetado dentro de un diccionario. Seré estufa de blandos sueños, y me encogeré cuando tus brazos vengan a preguntarme la hora. Oh, esta agonía sin ritmo, este desorden ordenando, este vaivén de melodías escuchadas y vanamente repetidas entre repisas y baldosas, e ingrávido adiós con nata, despedida dulce e incoherente del niño que llega a un parque y tira tierra al primer desgraciado vestido con smoking. Yo deseo ser fuego en las mazmorras oscuras del preso, y calor en el corazón del iceberg, o melena ventilada sobre la copa de un árbol. Pero nada de esto será, hasta que despierte y encuentre ante mí la intimidad absoluta.

Por ello, y en son de mi absoluta soledad, declaro la guerra a las costumbres gregarias. Así, atestiguando la lealtad a los falsos decretos, admito cómo me incliné ante el dios de la limitación del “no se puede”, pero hoy me alzo en son de rebeldía y giro la esquina con una idea clara de futuro y fresas de primavera.

Voy a luchar por mi individualidad.

Y en eso consiste y reside el secreto de mi torpe magia efectiva.

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