sábado, 25 de enero de 2014

Profanación poética I


(Profanación poética: EJERCICIO LITERARIO QUE CONSISTE EN LA VIOLACIÓN, amputación, PERTURBACIÓN Y SAQUEO DESCEREBRADO de la tumba de un poeta célebre que debe adivinar el lector)


Desertores de viaje
 
Soledad a lo ancho

Nos traspasan las noches ulceradas,
que sin descanso calzan nuestras botas.

La mirada enciende una pregunta
donde los ojos no obtienen respuesta.

Un cretino sedujo a las horas:
así brotó la melancolía.
Llegaba el  alba. Al sudor de ella,
yo mataba las palabras,
las palabras que antaño adoré
                                   [tanto kilómetro de alma mutilada]

Empezamos a ser los desertores
que trazan desorden
por encima de la coz y de la letra.

Ahora no. Pueden caerse
las baladas del reptil
o hundirse pesadamente en el aire
porque nos anclamos en las tumbas
de la libertad
y esta melancolía  frena nuestras islas,
fogosa de ausencias.

Delante de cada humo de cigarro
hiela una cara arrogante.

Pero hablad.
Quiero deciros nada                        [la savia es terca en las galerías del sonido]


A veces, al callar, uno olvida
su miedo sobre el mío,
y yo, aunque esté  temblando, doy las gracias
porque hay alma  en los cuerpos y en las hojas.
Quiero mentiros sobre cómo trajimos
nuestros delirios aquí, para robarlos
constantemente. Somos distintos a la piedra
y, en el fondo, callamos tanto nuestra fe
que en el recuerdo
la rama es igual a la corteza.
Para nosotros también existe un dolor celeste.
¡Cuánto lo siento! Ya todo se comprende.



Dentro

I

El alba se afianza
sin suspiro, lo mismo que un enchufe.
Más rápido, sin risa
malévola que en un jamás saliva
el certero Canáan, graniza
la polución del sueño.
Desde arcabuces iguales
un parco surco de puertas duerme.
La ropa yace hipersomne, restos
como la rama blanqueada duermen,
se tocan, huyen del rumor del aire
- y la grasa que apuntan fulmina
fosos donde no surge
la verdad, la finita calabaza con que obsequia
el alba, cuando nace.

II

¿Quién? ¿Quién es el jodido?
Si le hablo, ¿vigila?
Nadie queda ausente
si vela en el adentro.

El adentro es estrecho,
desabrigado, ligero.
Lo sé, perro. ¿No hay nadie
que sepa argüir más?

Está casi atado
y amanece el retiro
susurrándonos dónde
querríamos huir.

Pasa el viento, ¿le sangro?

si supiera el color
familiar del octubre,
el gélido barullo
se abrazaría.

Y quizá se abrumara
también él si yo le digo
irreparablemente
que duermo en el adentro.



III

Ruindad
            ya tan cercana!

Cercana junto a la cal: noches de aire
y amparo estático del vientre.
Se obstinarán menguantes las sequías
por el jamás de acá.

Y será un dolor,
un hálito que nunca se despierta
cuando mojan las luces de los ojos
sobre la cal.

Más, cada vez más corta
de mí te vas, ruindad,
como un golpe de viento,
indestructible.

Nunca silencio, siempre mudo.

IX

Fue imposible no notarte junto a mí,
no perderme en las miradas.

La noche asomaba, como esperándote.
Jamás pasaste.

¡Si no me hubieses conducido,
al infierno en que te hallabas!

Olvidaste,
como si te tratases de un demonio entretenido.
Blanca, entonces, surgió la muerte.

X

Te despachó la envidia reprimida,
y el dolor empezaba, y las cabezas que pecaron,
desobedientes; bajé la vista y logré verlas:
procedentes del ayer arrepentido, se enredan entre los pasos.
Conteniéndose entre la incertidumbre
del tiempo y del vacío,
sube la nata transparente
de las tinieblas.

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