Hay días en los que todo dice “no”,
en los que la mirada del otro es tan fría como la propia.
Los cuerpos deambulan aparentemente tranquilos
con el brillo equívoco de las promesas falsas.
Alguna nube – si hay horizonte posible- disipa la atención
y crea una morbosa figura proyectada hacia adentro.
Y, tal vez, si el miedo al sinsentido es inminente
silbamos aquel viejo himno de guerra . (Tan volcánico antaño).
Hay días en los que todo dice “no”.
Sólo queda aspirar hondo en cualquier rincón del paisaje
y esperar los colmillos comprensivos de la noche,
y espantar a los demonios del presidio,
invocados por la tierna indiferencia del mundo.
Pero. Nadie vendrá a buscarnos. Estamos
demasiado locos demasiadas veces. Estamos
demasiadas cosas demasiadas veces.
¿Quién vendrá, por encima y por debajo de la tierra,
con los labios cargados de los viejos himnos de guerra?
No soy de aquí. Hay días en los que todo dice “no”.
En esos momentos de resignación acuosa
expira la antigua canción de la sangre:
“¿ Por qué no nos vamos lejos? ¡No quiero ser como ellos!”
Y pienso, sin decirlo, con rubor resignado,
que mi corazón hambriento seguirá amando
a los monstruos más feroces de la tierra.(Cuadro: "The wavering woman", Max Ernst)
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