Cielo sobre cielo
Ignoro si fuiste cierto. Parezco de mentira
y la Ficción engulle al mundo. Te insulto,
hablistana y parabolana, con una resaca
molesta y confeti en las vocales tónicas.
¡Fuera!, ¡Sí, Tú, el legañoso Homo Nadiens,
cuya cabeza es un gran aspirador! ¡KO, KO, KO!
No sabéis, oh Demás, oh Demás, lo que YO SOY:
os habéis tragado mi guión de Hembra disgustada.
Te insulto después de los fieltros de Barrabás,
las peregrinaciones de bolsillo, las albadas
en la Meridiana, el vino en la sangre,
la tragicomedia como DNI
y el pasamontañas - plus agé- número veintiuno.
Incrustada de pleno en la quinta dimensión,
removido un sinfín de platonismos, ¿puedo hablar
- ja, ja, já- de eternidad con tecnicismos?: Khar sini[1].
Olfateo tus versos antiguos que sobreviven
con marcapasos: un raíl inaguantable
de abstractos, una tira ingenua de extremidades
de espuma: ¡cuánta cursilería encima,
cuánto afán en la mentira con puntillas,
cuánta sed de espectrogramas! ¿Ibas a ser tú
el Opus magnum? Los más bellos senos
del mundo s'entrouvent pour crier NON.
Cinco, cuatro, tres, dos, uno... ¡fuego!
Ahora Otro agita su cabellera de sol negro.
Nos besamos de pie en los portales,
in the night of loveless nights,
y excitamos la ira de los transeúntes
Ermitaños que, gustosos, abandonarían
su ascetismo castrato para incrementar
el lenguaje analógico de Los Enamorados.
Ahora ronronea el alma juglaresca,
liberada a lo cátaro, recuperada tras el kilómetro
de serenarse, la medicación de las horas
y el inestímulo y la sobremuerte. Pero Hoy
descubrís, oh Demás, oh Demás, mi deseo mundano
de engullir un opio con los muslos, de capturar
el beso de un astro descarriado
y cabalgar al fin la serpiente termostática.
Ignoro si fuiste cierto. Parezco de mentira
y la Ficción engulle al mundo. Te insulto,
hablistana y parabolana, con una resaca
molesta y confeti en las vocales tónicas.
¡Fuera!, ¡Sí, Tú, el legañoso Homo Nadiens,
cuya cabeza es un gran aspirador! ¡KO, KO, KO!
No sabéis, oh Demás, oh Demás, lo que YO SOY:
os habéis tragado mi guión de Hembra disgustada.
Te insulto después de los fieltros de Barrabás,
las peregrinaciones de bolsillo, las albadas
en la Meridiana, el vino en la sangre,
la tragicomedia como DNI
y el pasamontañas - plus agé- número veintiuno.
Incrustada de pleno en la quinta dimensión,
removido un sinfín de platonismos, ¿puedo hablar
- ja, ja, já- de eternidad con tecnicismos?: Khar sini[1].
Olfateo tus versos antiguos que sobreviven
con marcapasos: un raíl inaguantable
de abstractos, una tira ingenua de extremidades
de espuma: ¡cuánta cursilería encima,
cuánto afán en la mentira con puntillas,
cuánta sed de espectrogramas! ¿Ibas a ser tú
el Opus magnum? Los más bellos senos
del mundo s'entrouvent pour crier NON.
Cinco, cuatro, tres, dos, uno... ¡fuego!
Ahora Otro agita su cabellera de sol negro.
Nos besamos de pie en los portales,
in the night of loveless nights,
y excitamos la ira de los transeúntes
Ermitaños que, gustosos, abandonarían
su ascetismo castrato para incrementar
el lenguaje analógico de Los Enamorados.
Ahora ronronea el alma juglaresca,
liberada a lo cátaro, recuperada tras el kilómetro
de serenarse, la medicación de las horas
y el inestímulo y la sobremuerte. Pero Hoy
descubrís, oh Demás, oh Demás, mi deseo mundano
de engullir un opio con los muslos, de capturar
el beso de un astro descarriado
y cabalgar al fin la serpiente termostática.
[1] Metal utilizado en la antigua China para fabricar espejos muy especiales, que poseían el poder de curar las enfermedades de los ojos cuando el paciente se miraba en ellos. (N. de A.).
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