jueves, 17 de mayo de 2007

Trilce erótica







Se cierra la mirada y nace el cero.
El viento se puebla de alas de mosquitos.
Un beso de miel inunda cruel
la galaxia de un cuerpo.

Zumba, en algún lugar,
el vapor de un saxo tenor y trilce.


I

Quién teme tanta punta, y ni deja
bostezar a las líneas que van llorando.

Nada más. Menos amor.
Será temprano, la tarde aquilatada,
y cuanto mejor: habrá llanto.
El gusano, la simple cabina telefónica
que rima, sin querer,
con el insultar silencio,
azuloide universar, a cada rehilada
esperanza.

Nada más. Menos amor.
Será la manivela líquida, la tarde,
del más humilde fa sostenido.

Y la película masturbatoria
por la grieta, arboleada, eterna
en el vientre mortal del delirio.



II

Viento. Viento.

Melodía estancada en Marte.

Boca embestida de llanto zumba
viento viento viento viento.

Será. Será.

Canto blasona hirviendo mares.
Bomba del hado día que conjura
será será será será.

Aún. Aún.

Jeroglífico ardiente aún de ver.
Siente al amante, rózame para
aún aún aún aún.

Orbe. Orbe.

¿Qué se clava cuando nos hechiza el mago?
Se clava Lo fijo que parece
orbe orbe orbe orbE.
III

Las áncoras de anoche
¿a qué hora incrustarán?
Da las doce el cielo oceánico
y ya va el mar nublando olas.

Ayer amor dijo que pronto.

Caín, Mercurio, Vulcano,
sin temor vagad por ahí, por donde
el dolor triplica sus costillas
doblegando alambres
hacia el ruidoso lecho, y por donde
las almohadas que se están acostando aún,
se han empapado tanto.
Mejor durmamos aquí no más.
Ayer amor dijo que pronto.

Ya no temamos a los estambres. Vamos riendo
labios ¡el mío es el más gracioso de todos!
con los cuales besamos todo el santo día,
sin mordernos, como debe de ser:
han quedado en el trozo de áncora, lisos,
inundados de lava profética.

Corramos allí, rebeldes y sin más
tedio, la flecha, el pájaro
de las noches siempre postreras,
dejándonos en la calle los abortos
como si también nosotros
no pudiésemos salir.

¿Caín, Mercurio, Vulcano?
Amo, nombro huesos en la claridad.
No me callan. Aves del ozono,
quizá el único intruso sea yo.
IV

Se inclinan dos rodillas contra los martirios
hasta los vaginales bufones,
cuando siempre las fingimos nunca.
A aquella potra, no, atascada,
aleluyada sobre hueso carnero
a lo sumo, y sobre blandas guajiras
ruedas corrompidas.


Rendíme al gozo del tercer instante
mas la madre tierra forrada de claveles
se cepilla mi pobreza, nutricionalmente amarga,
por no querer prismatizarse en tarde. Es
el brillo.
Son los brutales tópicos ya cansados.
El acercarse, peor de todas las acciones,
gruñe al vapor.

Este papel no lejiado
por la calma. Clavo a clavo asesino y folla
y folla. Toda la pasión
aguada en tres gemidos.

Amor. Lirio. Casi ancia.
Hase follado todo. Hase enredo helado
en plena sierra.


V

Flujo ipsilidón. Cerraduran
desde él liébreles, obsesiones de virginidad,
inicios que terminan, ayes de ohs,
olvídese miniatura de homogeneidad.
¡Grupo de los mismos ilidones!

No. Ciego sea para ser más.
No. Sí desbórdese hacia dentro,
y sienta en gozo de sí ser lavado,
y fame y sí sea omiso.
Y no ville en el pequeño gomado.

La cerrada coz véngase y no huele
ser alma, ni flor.
Microbios sean microbios en soledad.
Patada al ocho, tumba y nace el infinito,
patada al cero, que asombrado,
despertará y llamará ser penetrado por el 1.

Oh grupo bicansado.

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