Mírala. Acaba de entrar otra mujer en el Forgotten Pub, esta vez nos costará mucho más darle aquello que busca. Hacía tiempo que no veía tanto sufrimiento en alguien tan joven. Tiene los ojos brillantes y se dirige hacia nosotros sin saber qué pedirnos. La culpa es nuestra, mi querido buhonero. No sé si hicimos bien al aliarnos con la muerte.
Y ella se arrastra por sus sueños, y tira sal por los ojos: tal angustia es la que la inflama. Su dolor yace en ese hueco que existe entre las rodillas y el pecho. Se encoge, como un fuelle tranquilo, pero extasiado. Dónde, por qué se caen los segundos como vasos rotos, y ella recoge los pedazos; se corta los dedos, le sangran los deseos: y así la cubre una máscara durante el día y una sábana durante la noche.
Quizá piense que ya no hallará ningún aliento que la haga vibrar; y se contraen los labios, y se encoge de hombros, con la cara húmeda como un charco que refleja galaxias; pero sólo nosotros la vemos, junto a sus diablos, junto a miles de sombras que la espían en corro mientras planean comérsela; y sabe que va a morir, ojalá fuera cierto: pero los días vuelan, y se siente vieja y tardía ¿Llegará tarde, siempre tarde? Por qué todas las paradas están al otro lado del espejo, por qué desde los columpios del parque sólo puede apreciar sus pies descalzos del pasado y esas huellas en medio de la selva…
Los libros, la evasión de antaño, pesan demasiado: algo se sabe dinamita; su taquicárdico corazón le habla pero tan quedamente que todos los oídos del mundo hablan por sí mismos para pensar que oyen su murmullo; aunque su tic- tac es mudo, sólo tiene un punto de luz en el centro del ojo, el recuerdo de un antiguo amor frustrado, una luciérnaga de nostalgia como una bofetada de luz, y hay túneles, muchos túneles infectados de escritos a medio hacer, de murales indígenas sin colores ocres; y sólo nosotros podemos salvarla (debemos prestarle este pañuelo con sus iniciales bordadas). Su alma está apenada y la realidad la droga cada mañana para que no recuerde que tiene un vacío tan grande como el hueco de la Atlántida en el oceáno.
Sí, los días se aceleran tanto desde entonces que… busca un solo rincón del planeta en el que no se agolpen las horas; y por la noche mira al techo e intenta visualizar un agujero negro en el que arrojar los minutos que no pueden reciclarse en ninguno de los basureros de la tierra. Pero …¿Será tan difícil coger un tren hacia ese lugar donde habita el olvido?
Entonces se abre aquella pequeña puerta, nuestra puerta, y aquí la tenemos, frente a nosotros. No hace falta que hables, le digo, sé perfectamente lo que estás buscando. Él te está esperando en la barra, tiene muchas cosas que explicarte. Dice que la vida no es lo que parece, y que sí que hay caminos para hablar con los muertos. Es sobrecogedor, mi querido buhonero. Se están besando y ahora suena ese tema que solían bailar juntos. Pero, no sé, a él no se lo podrá llevar. Y querrán quedarse en el Forgotten Pub mucho tiempo. Aunque os aconsejo que vayáis al fondo del pasillo y disfrutéis de las delicias del Séptimo Infierno, donde Alice Vannoy os proporcionará una suite de lujo y pasaréis una noche inolvidable.
Ay, mi viejo buhonero, hoy estoy más melancólica que de costumbre. Existen sin duda las almas gemelas. No, no era un cuento de hadas. Sírveme un Martini ahora que estamos a solas.
(Cuadro: Mujer ante el espejo, Pablo Picasso)
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