jueves, 24 de mayo de 2007

La tragedia profana


[A Alice Vannoy, William Blake y Aldous Huxley

-Por Dios te ruego, marinero, dígasme ora ese cantar.--

Respondióle el marinero, tal respuesta le fue a dar:

-Yo no digo esta canción sino a quien conmigo va. ]
La droga reposa en la lengua del Nuevo Dante, que espera descubrir a dónde le llevarás, LSD, demonio de los que buscan más allá de las leyes morales de la ciudad. ¿Qué castillos de naipes fabricarás con sus sueños de hombre común? ¿Le engañarás con tus luces de neón? Llorará ante el holograma del paraíso perdido y luego le dejarás tirado, con resaca, y con esa angustia de no saber cómo se levantará mañana, pese a todo, cómo seguirá trabajando -¡mecánico pelele!-, pese a todo, cómo se aferrará a ese carrusel de rostros desconocidos que no le aman ni pronuncian su nombre de pila estremeciéndose. Pese a todo.


Con qué jeta AL DÍA SIGUIENTE encenderá el Nuevo Dante el pitillo del desayuno en el mismo bar de borrachos, con qué jeta cogerá los bártulos y se irá a leer a alguna Biblioteca con ansia de detener el occidental miedo a la vida, con qué jeta pensará que no ha tentado la ira de ningún dios, que no se ha violado el alma invocando ese saber que está vedado a los hombres. Todo, para no reconocer que ha escuchado, otra vez, aquella vieja canción del mundo. Aquella espontánea melodía, armoniosa y simétrica, que deshace las piedras con su fuerza órfica, que genera ondas magnéticas en la luna, que dota a los árboles de un lenguaje atávico y dilata sus pupilas drogadas con una luz atemporal y matemática.

El viaje le habrá revolucionado y será incapaz de explicarlo en tercetos encadenados. Callará como Paolo y le reventará todo por dentro. Alguien prosaico imaginará su historia, y la escribirá en jerga cotidiana. Sonreirá a Beatrice pensando en ese mundo desnudo que conoce sus nombres. Pero le matará la dualidad del otro lado. Le matarán los cajeros automáticos y la televisión encendida le matará, le matará la mirada opaca de los jefes y el desprecio de las minorías desgraciadas le matará. Sentirá ganas de escupir. Ganas de besar y ganas de escupir. ¿Quién podría vivir dentro de su cuerpo con tan opuestos impulsos poblándole? El Nuevo Dante vive las contradicciones de esta época. Hace tiempo que murieron nuestros dioses. Su misticismo se trempa en lo profano. El Nuevo Dante es un yonqui, como lo sería el Nuevo Don Quijote si algún punky se hubiera inventado su historia.

No sacarás nada que no esté en mi cabeza, Demonio Artificial. He iniciado este recorrido tabú porque quiero entregar otro fuego a los hombres. Pongo en la balanza todo lo que me resta de pureza, todo lo que me queda de inocencia, sólo para que me dispares con tu revólver. Llevas siglos haciéndonos sufrir, oscura Realidad. Qué más da morir de tedio o de un fanático autoengaño. Vanidad de laurel o de locura. Da igual. Se me desgarra el corazón cuando miro y toco un mundo que no comprendo. Bailo sin pensar, pero dentro una voz me dice lo absurdo de mi dolor y mi alegría.

Desde la proscripción cantan las bellas sirenas de las afueras. El Nuevo Dante pretende viajar desde la habitación inerte y penumbrosa, esparcir deseos sin moverse. Hoy todavía no se ha despertado. Bastardo de la realidad, todavía sueña. No pasa nada. Ha salido la luz del sol. ¿Has perdido, quizá, tu sustancia? ¿Cuánto tardarás en infiltrarte en las venas? Te ha tomado en la soledad y ve que tal vez muchos exageraban tus efectos. Se libra de su voluntad y espera la visita de algún ángel. Virgilio, el guía ensangrentado, dispuesto a hacer con Dante otra vez este viaje sin retorno, le mira de reojo. Virgilio no sabe si decirle que ya no es ni una sombra. Que ya no es ni un fantasma suspendido entre el cielo y el infierno. Que ya sólo es tinta de libro.

Las brujas murmuran que, tradicionalmente, los poderes mágicos se asumen en la luna llena y que los cuentos explican verdades evidentes. Quisiera notar en el veneno el sabor de las quimeras del hombre. Tal vez reposen en la Caja de Pandora, junto con todos los males del mundo.

Ahora le duele el dedo anular. Las nubes tras la ventana susurran "paciencia" al Nuevo Dante: que se vista con unos vaqueros negros, que mire por la ventana y reflexione. Hoy será un día largo. Sabrá por qué carajo estamos en este mundo absurdo, donde todos luchamos por dinero podrido, estatus sadistas, por afectos que estorben el vértigo de nuestra condición finita. Queremos que todos nos digan lo guapos y fabulosos que somos, que nos digan "te quiero". Si no, sufrimos. Sufrimos porque el iluso amor de los otros es un enorme parche para esta monstruosa herida llamada INCERTIDUMBRE.

No siento el veneno, todavía. ¿Cuánto tardará en matarme? Este amor enorme me destroza. Papel secante con un corazón dibujado. Cuando me pongo de pie noto que he empezado a flotar y que no lo sabía, que el día es hermoso y que no lo sabía. Siento todas las reencarnaciones dentro de la piel, todas mis almas anteriores bailan embriagadas dentro de cada uno de mis órganos. Vaya, recuerdo aquello que creí hipérboles poéticas. Las metáforas se vivencian. La imaginación, las sospechas, son al instante materializadas.


¡Llegó, llegó! Esta savia divina que le hace venerar la existencia, que desintegra nuestros ojos y los derrama en la belleza. Esta vitalidad inmediata, tan fuerte que empaña la mirada de Dante. Este veneno que le hace amarte, Humanidad, con una euforia que le incita a olvidar todos los Papas injustos de la Historia, su loca historia familiar, aquella muerte folletinesca del primer amor: todos, todos sus pretextos de melancolía ante la interrogación del perpetuo hombre de plástico. (Todo esto, de hecho, el Nuevo Dante lo habría conseguido con un poco de fe: un poco de fe, tan sólo. Pero quién iba a creerse nada, ¿eh? Ojos y oídos bulímicos de engullir propaganda. La fe forma parte de la publicidad y Dante sólo puede drogarse para creer en algo.)

El día es tan largo y tiene tanta energía (energía que -susurran- siempre ha sido nuestra) que ahora mismo el cronista paria tendría que dejar de escribir para que todos vieran la felicidad súbita que ese tripi ha procurado a Dante.

- Camina. Serénate. Observa.

He regresado. He visto muchos colores allá fuera. El fuego estaba dentro de la armonía de cada pequeño átomo de arena. Todas las plantas y los hombres extranjeros y la luna hablaban al unísono el mismo idioma. He tocado un tronco de árbol y a la vez -fijaos, digo "a la vez": el tiempo no existe- la energía caliente y fértil de la tierra. Sería difícil no fundirse ante esa serenidad absoluta, esa felicidad plena. En un instante creo que he dejado de pensar. Era Todo. Ojalá, Humanidad, pudiera explicarte cómo se puede viajar sin maletas. Sin consumir un billete de avión o de barco. LSD en los labios, dos euros en el bolsillo y la dirección de casa en un zapato. He habitado ese instante sin nombre y sin edad. He sido grande o pequeño, sin tamaño. He sido tanto que he llegado a no ser. Ahora regreso para que los otros insulten mi amoralidad.


El Nuevo Dante vive su tragedia profana. Me pregunto si mañana podrá levantarse y vivir la rutina opresiva de cada día. Quiero decir: me pregunto si hay marcha atrás. El recuerdo le confundirá. Creerá que ha soñado ser Job frente al mar. Creerá que ha soñado que la vida se refleja en las palmas de las manos, en la savia de los árboles, incluso en las arrugas de los viejos, en los clavos oxidados de las vías de tren. Le he traicionado. El Nuevo Dante habría eliminado aquellas gramáticas que no existen. El Nuevo Dante habría callado, como Paolo. El Nuevo Dante, ante las preguntas insaciables de los periodistas, habría mantenido el secreto
.

2 comentarios:

Marçal Font dijo...

Recuerda, Nuevo Dante, al Viejo Virgilio, sacrificado guía de infiernos y purgatorios. Ahogado en su lucidez. Invidente tras la puerta de los cielos. Él, quizá por cortesía simplemente, nunca osó traicionar con letra la percepción beatífica de tus espacios sagrados.

Nihm Smoboda dijo...

Y quien no sienta vergüenza de uno mismo... que tire la primera piedra.