La magia es sutil. Se esconde como una carta encima de la mesa. A pesar de las miles de muertes de dios - ¡y pobre Nietzsche, dejadlo descansar en paz, falsos lectores! - y de los centenares de móviles con mensajes comerciales o de película yanqui; a pesar de las lanchas, los yates, los escotes o las – (1) hagamos una caótica asociación de ideas, ya que este país, Papel, me permite libertad de expresión; (2) apliquemos la teoría psicoanalítica de Freud (sobre todo al súbito “escotes” – aclaración egocéntrica y occidental: no soy lesbiana como Safo- ); (3) leamos a Juan Benet y entenderemos el tamaño de la complejidad real de la sintaxis – horrendas y embaucadoras y cursimente fuxias tiendas de Mango– el superyo interviene (¡esquizofrenia!) “dejadla, no sabe lo que hace” - como un vano apéndice del brazo y etcéteras; a pesar de un cúmulo de naderías que abarca al conjunto de los alfileres, las fotocopias, el papel adhesivo, el rimel, los euros, las compresas, las maquinillas de afeitar y cualquier enumeración cotidiana elevada a la enésima potencia como los typex (falo redentor de errores femeninos); a pesar de un conjunto de menudeces que pasa por encima del reloj, la tiza, el boli o las patatas fritas; a pesar de todos los fetiches del universo y de todas las representaciones de Macbech; a pesar de los infillones de tareas, de exposiciones, de esparadrapos, de telebasuras, de cobertores, de talleres de poesía, de parques zoológicos y todo ese ejército de formas que puebla aquello que llaman Realidad; a pesar de los “a pesares", la magia continúa con su rostro de prima ingenua y pocas veces lo permuta por una sonrisa de mafioso. Guiña un ojo que pocos ven. Tal vez es bizca. Tal vez se ha puesto un parche. Hoy escuché por casualidad (¿acaso hay algo que no suceda por casualidad? ¿El sol no sale por casualidad?) el comentario de Alguien. Ese Don Alguien decía que, actualmente, el Ser Humano – expresión que deberíamos lavar con estropajo – como en la Antigüedad, se sigue inquietando por su futuro. Sin embargo, ese Homo Resapiens - como diría hace lustros Pietro Lumbarda- , en vez de consultar oráculos, se contenta con escuchar las predicciones meteorológicas y actualizar la cuenta en el cajero automático. Conclusión: No sabemos si la magia existe, pero en todo caso, algo que se le parece deambula por nuestros alrededores en zapatillas de estar por casa.
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