[Jacques Carelman, de la serie Objetos imposibles]
Cielo sobre fuego
Pero el beso que yo te di fue un árbol plantado
y, tus dientes, meteoritos de la luna,
fueron trampolines de palabras minerales.
Te llamé, pálida maga de hechizos mojados
como las alas de las libélulas verdes de los lagos;
e hice de tu cuerpo una sombría hoguera
de noes, de imposibles, un amuleto de nuncas
un ramo de olvidos agudos, mortales e imprudentes.
Yo te esperaba lo mismo que se esperan los navíos
o las horas puntas del reloj que marca los horarios.
Y, sin embargo, eras tú ese gran aborto matinal
que me lapidaba los sueños; eras tú la enorme
ventana del rascacielos más alto, apto para el suicidio,
idóneo para la contemplación del vértigo instantáneo.
Conocí en tu aliento el olor del aguardiente:
¡yo veía mi Fin dibujado en tu saliva!
Pero acércate, créete mis alas de mentira. O moriré
sin tragedia, con un buen calzado y los pecados
de dos décadas. (Me siento tan sola, y sé que es
burdo decir "Yo" después de Ockam.) Quién sabe
si el viento destroza a las campanas
aunque ya nadie escuche los cristales del vacío.
¿Comprarías un gramo de mis lágrimas? Ven,
no pretendo amueblar el sol a bofetadas.
Ven, déjame acariciarte, como si existieras.
Sé que te duele mi colmillo raquítico en el rollex,
pero quiero que mires mi lecho para ver si duermo.
Pellízcame, hasta que hierva la sangre,
pellízcame, mirándome, recórtame del aire
con las tijeras de tus pupilas, y entonces, sí, seré,
viviré en ti, arropada por la cueva de un pulmón;
activa: me encenderé si pasas página.
Tus dedos son el roce que enciende el fósforo,
oh, y duele, (mientras me lees, ¿cuántos besos
podrías darle a Ella, que te espera, hierática Koré,
con los labios cortados?) te irás, y comprenderé
tu silencio, pero...¿te irás? ¿dejarás de ser mi Amante,
ahora que nos arropa la sábana blanca de esta hoja?
¿No gozas al ver desnudas las pálidas terminacionesde las almas en extinción? ¡Si soy sólo ficción...!
Pero el beso que yo te di fue un árbol plantado
y, tus dientes, meteoritos de la luna,
fueron trampolines de palabras minerales.
Te llamé, pálida maga de hechizos mojados
como las alas de las libélulas verdes de los lagos;
e hice de tu cuerpo una sombría hoguera
de noes, de imposibles, un amuleto de nuncas
un ramo de olvidos agudos, mortales e imprudentes.
Yo te esperaba lo mismo que se esperan los navíos
o las horas puntas del reloj que marca los horarios.
Y, sin embargo, eras tú ese gran aborto matinal
que me lapidaba los sueños; eras tú la enorme
ventana del rascacielos más alto, apto para el suicidio,
idóneo para la contemplación del vértigo instantáneo.
Conocí en tu aliento el olor del aguardiente:
¡yo veía mi Fin dibujado en tu saliva!
Pero acércate, créete mis alas de mentira. O moriré
sin tragedia, con un buen calzado y los pecados
de dos décadas. (Me siento tan sola, y sé que es
burdo decir "Yo" después de Ockam.) Quién sabe
si el viento destroza a las campanas
aunque ya nadie escuche los cristales del vacío.
¿Comprarías un gramo de mis lágrimas? Ven,
no pretendo amueblar el sol a bofetadas.
Ven, déjame acariciarte, como si existieras.
Sé que te duele mi colmillo raquítico en el rollex,
pero quiero que mires mi lecho para ver si duermo.
Pellízcame, hasta que hierva la sangre,
pellízcame, mirándome, recórtame del aire
con las tijeras de tus pupilas, y entonces, sí, seré,
viviré en ti, arropada por la cueva de un pulmón;
activa: me encenderé si pasas página.
Tus dedos son el roce que enciende el fósforo,
oh, y duele, (mientras me lees, ¿cuántos besos
podrías darle a Ella, que te espera, hierática Koré,
con los labios cortados?) te irás, y comprenderé
tu silencio, pero...¿te irás? ¿dejarás de ser mi Amante,
ahora que nos arropa la sábana blanca de esta hoja?
¿No gozas al ver desnudas las pálidas terminacionesde las almas en extinción? ¡Si soy sólo ficción...!
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