Montaña sobre agua
He visto la llave maestra que abre las puertas
de los rostros, conozco el esperanto del alma,
porque todos te besan, dolor, porque posas
tu guiño dandy sobre mi ceño cansado de arrugarse.
El dolor es intrínseco; el dolor amuebla y habita
las salas de mi bajo vientre, porque todo cuanto amo,
muere (excepto las estatuas de Bernini.) Dime por qué,
dolor, me llamas con esa caricia de látigo dulce.
Tenías razón (repetida frase): viviremos después.
Diremos que no fue cierto. Diremos que era
un holograma de perfiles cibernéticos. Veremos
a Otros más atractivos por la calle; Otros
que escriben mejor, Otros que follan mejor
el Cuerpo (que no discuto que pudiéramos,
tristes niños perdidos, cuánta humillación
en el tintero. Ay, mi Peter Punk adolescente. )
Otros que parecen adecuados para nuestros
mamiferismos, útiles para la serenidad,
muelles hacia la gloria y el flow. Otros que no
nos hacen perder las riendas, los papeles,
la chaveta (¡LA CHAVETA!). Otros, -sí, sí-
más mejores, y adecuados y sencillos
y sumisos... tabulas rasas de costilla y junco,
nómadas sillas que asentirán para siempre.
Pero. Pero tendremos aquello que nos falta,
por encima de nosotros mismos,
lo abrazaremos muy fuerte, muy fuerte. A veces
lo soñaremos. A veces, aunque todos
(los cómplices diarios) crean que fue Banal:
Entonces, Controlaremos.
El mapa del Destino estará en la palma de las manos.
La vida entera tendrá una constelación privada.
Lloran los pasos al desenterrarse, en fluidos
infiernos, creados por palabras de los Otros.
Son todos blanco, y yo, negro; qué oscura
mi noche, qué ahogado el lamento en el balcón.
Recuerdo. Se afilaban las lágrimas, caían
en punta, y la retina y el mundo eran acuosos,
insensiblemente reales. Ahora miro a través del mar,
la amenaza ruge en cada parpadeo: soy Otra.
He visto la llave maestra que abre las puertas
de los rostros, conozco el esperanto del alma,
porque todos te besan, dolor, porque posas
tu guiño dandy sobre mi ceño cansado de arrugarse.
El dolor es intrínseco; el dolor amuebla y habita
las salas de mi bajo vientre, porque todo cuanto amo,
muere (excepto las estatuas de Bernini.) Dime por qué,
dolor, me llamas con esa caricia de látigo dulce.
Tenías razón (repetida frase): viviremos después.
Diremos que no fue cierto. Diremos que era
un holograma de perfiles cibernéticos. Veremos
a Otros más atractivos por la calle; Otros
que escriben mejor, Otros que follan mejor
el Cuerpo (que no discuto que pudiéramos,
tristes niños perdidos, cuánta humillación
en el tintero. Ay, mi Peter Punk adolescente. )
Otros que parecen adecuados para nuestros
mamiferismos, útiles para la serenidad,
muelles hacia la gloria y el flow. Otros que no
nos hacen perder las riendas, los papeles,
la chaveta (¡LA CHAVETA!). Otros, -sí, sí-
más mejores, y adecuados y sencillos
y sumisos... tabulas rasas de costilla y junco,
nómadas sillas que asentirán para siempre.
Pero. Pero tendremos aquello que nos falta,
por encima de nosotros mismos,
lo abrazaremos muy fuerte, muy fuerte. A veces
lo soñaremos. A veces, aunque todos
(los cómplices diarios) crean que fue Banal:
Entonces, Controlaremos.
El mapa del Destino estará en la palma de las manos.
La vida entera tendrá una constelación privada.
Lloran los pasos al desenterrarse, en fluidos
infiernos, creados por palabras de los Otros.
Son todos blanco, y yo, negro; qué oscura
mi noche, qué ahogado el lamento en el balcón.
Recuerdo. Se afilaban las lágrimas, caían
en punta, y la retina y el mundo eran acuosos,
insensiblemente reales. Ahora miro a través del mar,
la amenaza ruge en cada parpadeo: soy Otra.
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