lunes, 14 de mayo de 2007

Gigantes y Molinos

No hay mayor causa de la Melancolía que la ociosidad, y "no hay mayor cura que la actividad", como sostiene Al Razí; y no obstante, "estar ocupado con tonterías no tiene ningún sentido". Pero oye, sin embargo, a Séneca: "es mejor hacer cualquier cosa que no hacer nada". Por tanto, escribo y estoy ocupado en esa labor entretenida, "para evitar la pereza de la ociosidad con una especie de empeño agradable".

Robert Burton, Anatomía de la melancolía

Zeppelín/ Efluvio: No crees en el amor. A estas alturas te es imposible diferenciar entre los sueños volátiles de la adolescencia y la carencia de sustancias químicas que entraña el desgaste energético diario. Esta deficiencia vitamínica, incrementada por los vicios y su extirpe de toxinas, acaba degenerando los tejidos, ajando los órganos y ensuciando la sangre hasta la muerte.

Ahora, que llega el viernes por la noche y tu marido - ése que años atrás te había inspirado los más voluptuosos poemas- se acuesta cansado con un silencio cargado de derrota, te quedas a solas con la lámpara encendida. Es fácil disfrazarte de Princesa. Basta encajar aquellos guantes negros hasta el codo y enfundar los cabellos en una peluca azul. Maquillar tus ojos con espirales negras y abnegar la propia identidad hasta disolverla en un vaso de ginebra.

Buenas noches. Soy Madame H y te espero sentada en un taburete de mi Forgotten Pub. Mi negocio está lleno de objetos perdidos. Allí también van seres perdidos. Y sentimientos perdidos. Conozco tus pensamientos, por ello no hace falta que hables.

Miras tu propio reflejo en la ventana y tarareas nanas inconexas. Pero, ¿Y si tu marido no fuera tu marido, sino simplemente otro amante? ¿Y si estuviera de verdad cansado? ¡Ja! Entonces todo querría decir que eres una realicida. Que ves gigantes donde hay molinos.

Cada cierto tiempo, sientes que tu vida es perfecta dentro de lo humano. Psé. Sí, claro. Cuando te muerdes menos las uñas y te lavas bien la cara, tienes un aspecto saludable. Confundes Fantasía con Imaginación. Este plato es un plato. Un molino es un molino. Nada más. Pero ese sapo... ¿ese sapo no era otro príncipe? ¿no era gigante ese molino? Ajá. ¿No existe una máquina de sueños fabricada con un tocadiscos, una lámpara de 100 vatios y un cartón cilíndrico y opaco con cuadrados recortados? Aquí está.

Haces girar el tocadiscos, y entonces tienes esa sensación de ir en bici por un bosque. La luz entrecortada por los relieves del paisaje te genera un estado alterado de conciencia, y entonces comprendes que deberías haberte tirado a aquel desconocido en una lejana ciudad nocturna, para no recordar en el momento de la muerte, que hubo un momento de contención en tu ajetreado volcán de sentimientos.

No me mires así. Yo sólo imagino quién eres. Madame H adquirió hace tiempo la serenidad salvaje. Es fácil respirar hondo entre sentimientos ajenos. Parece que, Zeppelín/ Autopista, estás orgullosa de tu vida porque tienes dos o tres símbolos místicos a medio desvelar que confortan tu irracionalidad. Aquel viaje en LSD te hizo pensar que eran blandas las paredes. Pensaste que podías convertir un bolígrafo en una varita mágica. Que podías sentir cómo se metaboliza un pedazo de carne al digerirlo durante dos horas. Doloroso parto de materia.

Esa confusa Teoría de la Incertidumbre en Física Cuántica dice que la materia subatómica será onda o partícula en función de la mirada del observador. Si encierras a un gato en una caja con material radiactivo, tu mente decidirá si el pobre animalillo permanecerá vivo o muerto al abrirse su cárcel. Un solo pensamiento, Zeppelín/ Infarto, puede hacer que una flor se abra y que un mosquito te pique.

Quieres creer que la magia existe, que si uno persevera, puede volar sobre las calles como Saint Germain. Has leído que la ayahuasca posibilita la proyección astral y por eso sueñas con ir a una selva amazónica llena de brujos camuflados detrás de lianas taumatúrgicas. Buscas ese grifo energético, esa gasolinera renovable, para no volver a escupir en las caras de los capullos que hablan contigo y no te aman.

Pero, Zeppelín/Intrusa: ¿es cierto que las cosas no pueden trascenderse? ¿Acaso una persona con una vida medianamente feliz y aburrida no puede escribir una sola página? ¿Qué crees que sucedería si cambiaras todo lo que posees por una obra de arte fabulosa? Macabro sacrificio. No para los dioses. Para la Humanidad. ¿Por qué el místico ha de estar en soledad? ¿Por qué no basta el amor? ¿Por qué no existe nadie capaz de enamorarse cada día? Pasas horas pensando y pensando y sólo puedes garabatear una H delante de la palabra Halma.

Te ofrezco esta caja de cerillas a cambio de tu amor destrozado.
¿Y si esa magia que concibes, Zeppelín/Florero, no existe? Lluvia en el rostro. O mejor: HO2 CON UNA PIZCA DE SAL RESBALANDO POR UNAS MEJILLAS VULNERABLES A LA GRAVEDAD.

HALMA CON HACHE.

Palabras, palabras, palabras. El otro día le dijiste que son hermosos los secretos. Que Midas murió por un secreto que su barbero no supo guardarle. Él, EL HOMBRE DE MIRADA LAPISLÁZULI, te confesó que no tenía secretos. Y anduviste preocupada. ¿Por qué? ¡Le dijiste que tú sí tenías varios secretos, que tu vida era un tapiz trenzado con secretos! ¡Estabas sumamente convencida, y ni siquiera los recordabas!
Porque todos tienen secretos, ¿verdad? Pensaste que sería hermoso cazar secretos de los demás para entregárselos. Robarlos cuando los desprevenidos de su propia entraña estuvieran confiados.

Contempla el interior del vaso de ginebra.

Veo a un hombre entre la niebla a quien nada importas. De mirada traicionera. Su pupila se arponeó en tus ojos y sembró en ti la incertidumbre. Bailaste con él una noche y despreciaste su arquetípica pose de James Dean. Esquivaste su beso, esnifaste de su coca, y meses más tarde lo fuiste a buscar inconscientemente a su barrio con el amigo de turno. Tus poderes mágicos no te fallaron. Allí estaba. Magia Negra. ¡Ah, pero Magia Negra! La Magia Negra surte su efecto pero se vuelve tres veces contra uno mismo. La rompecorazones termina con el corazón roto.
Por azar y probabilidad, te tocó la lotería. Volviste a ver sus ojos clavados en los tuyos. Entonces tu fuerza vital se vino abajo. Trivializaste la noche anterior porque sabías que te estabas mintiendo. Te pudo el orgullo. Era el pretexto para destruir un mundo. Siempre fue bello tirar al suelo el castillo de naipes. Disfrutabas destruyendo los hormigueros, desperdigando confetti, mezclando las hojas de las macetas en un mejunje caprichoso. Así, malversando el orden de las cosas, construías tu realidad caótica, mucho más complicada y atractiva. Ese hombre tenía el magnetismo equívoco de la perdición. Cuando está lejos e imposible le deseas como si fuera un semidiós. Aquellos ojos. Desapareció todo. Te suplicaban grises azulados y tú reías a carcajadas por dentro porque pensabas que estaba subyugado a tus encantos. Luego, le miraste más de la cuenta, dejaste que te hechizara. ¡Maldito seas! ¡Y ahora esa lobotomía consciente te puede enloquecer! ¡Tú no amas a ese intruso! Estás enamorada de la perdición, por eso te fumas este cigarro a las tantas de la noche mientras tu marido duerme, completamente ajeno a tu secreto. Tú, la loba que caza las reses para regalárselas a su esposo. Esa Salomé de ahora. Has venido a ver a Madame H para recuperar el amor perdido.

También se te ocurre, mientras se emborronan las espirales negras de tu mejilla, que el Zeppelín ya ha volado demasiado. Que una ya es mayor para hablarse en tercera o segunda persona. Cuando eras pequeña tus hermanos te llamaban "la Nena". Y, como toda las niñas mimadas, decías:

- La Nena quiere pasear. La Nena quiere jugar en el terrado. La Nena quiere ponerse unas botas de agua.

La Nena ahora mismo, se está fumando un cigarro y tiene anginas. La Nena tiene a su marido cansado. Quieres estar en el Forgotten Pub hasta el amanecer. No sabes por qué. La bofetada del sol, quizá. Ver sólo molinos. La penumbra se presta a malinterpretaciones.
Recuerdas algo. Un maestro hindú te leyó una vez la mano. Te leyó la vida en la mano. Te dijo que escribir te ayudaría. Te dijo: "No te fíes de la lengua de los hombres, obedece a tu corazón." ¿Tu corazón? Ese medio corazón de LSD. El Oráculo de Napoleón, te decía ayer: "escucha a la mitad de tu Genio". ¿Qué significa? Un Ermitaño, un Colgado y un Loco. Soledad, ex-comunión, ataraxia. Navegas sin rumbo, el cielo es oscuro. Sólo podría entenderte alguien que te amara de verdad. Alguien capaz de engullir el mercurio sin intoxicarse.

Pero.

Queda algo más. Lo que no has dicho. Lo que ha impedido que te desplomes sobre la barra del Forgotten Pub. El secreto tan secreto que está escrito en un lenguaje cifrado. Ves tu reflejo en la ventana medio iluminado por la lámpara. Tu rostro es la luna. La mitad izquierda tiene cráteres y brillo. La mitad derecha es una sombra que se funde con la noche. La nuca, el relieve oculto.

Pero.
No cantes tu canción, sino a quien contigo va.

- Yo no canto mi canción sino a quien conmigo va.

Nanas inconexas que tal vez no pronunciaron otras bocas. Esas melodías que no existen, con las que sueñas cuando no tienes consuelo. Esas lanzas de gigantes en las aspas del molino. Zeppelín/ Cadáver: arranca tu mirada de la hipnosis del insomnio. Despierta de esta pesadilla. Las sábanas son mullidas y la realidad sangra demasiado. Ahora, que agoniza, puedes matarla. Deshazte de ella. Te espera un sueño para diosas en el Forgotten Pub. Regresa a casa. Allí descansa tu marido. Perfuma tus muñecas con esencia de sándalo y desnúdale mientras delira. Hazle el amor como una sombra intrusa, arráncale aquello que no le pertenece. Poco a poco, Zeppelín que sueña, verás que su cuerpo huele como antaño, que su calor vuelve a erizarte la piel. El Forgotten Pub siempre devuelve sentimientos perdidos. Esta caja de fósforos a cambio, tan sólo, de un poco de orgullo. Un gigante a cambio de un molino.

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